Director: Luc Besson
Intérpretes: Freddie Highmore, Mia Farrow, Ronald Crawford, Penny Balfour, Douglas Rand, Adam Lefevre, Jean Betote Njamba. Voces originales de: Madonna, David Bowie, Snoop Dogg
Estreno en España: 16 de diciembre de 2006
Le damos un 6
Ni apasiona ni incomoda la incursión en el terreno de la animación digital de uno de los cineastas más curiosos del panorama actual.
Sorprende y hasta cierto punto agrada que en el continente europeo se arriesgue con títulos de este calado. Tras el halago podemos criticar el afán lucrativo que se impone al creativo de Luc Besson. Aquí no es sólo el director así que también es lógico que alguien que invierta dinero quiera recuperarlo.
A juzgar por los ingredientes empleados, de primera calidad, el éxito comercial está asegurado: historia sencilla que combina aventuras con una sutil idea de superación ante las contrariedades, relato ‘cotidiano’ enmarcado en un mundo de fantasía que bien podría existir de no ser por las licencias que se permite el cineasta francés.
Nos contó que el amor se equipara a los cuatro elementos naturales y sacó el lado más profundo de Juana de Arco, aunque para comprobarlo tuviésemos que aguantar demasiados minutos sentados en la butaca. Ahora suelta la idea de que unas criaturas putrefactas parecidas a los elfos –no hablamos aún de los minimoys- se descoyuntan en nada improvisadas pistas de baile donde suenan éxitos modernos y confiere el poder de la omnipresencia a los miembros de una tribu africana. Qué lío...
Desde un punto de vista técnico convencen las andanzas de un niño real por un terreno ficticio aunque poco improvisado y edificado sobre demasiadas referencias. Tomando en consideración patrones y arquetipos, el ir y venir de Arthur desmerece, echando en falta más pasión imprudente y un toque de temeridad por parte del cineasta francés: niño bueno que se encuentra con un pastel a resolver, chica de la que se enamora, lazarillo lúcido y cómico, malo malísimo y conflicto acabado sin dar demasiadas explicaciones coherentes. Sí se encarga en cambio de dejar la puerta abierta a futuras secuelas –vuelve a relucir su faceta como productor-.
Es listo este tipo al echar los anzuelos: nada más picar, las redes nos atrapan. Cuando termina la película nos preguntamos si le consentimos demasiado: guiños actuales, proliferación de elementos que, por muy natural que parezcan, tiene un halo de irrealidad; el look de algunos de los bichejos, que recuerda al de Mila Jojovich en El quinto elemento... Un simple ejercicio de observación nos conduce hasta la mano de Luc Besson en esta versión rural de Los diminutos, televisivas criaturas que están demasiado lejos para los consumidores finales de este título: los niños nacidos en los albores del nuevo siglo.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
domingo, diciembre 17, 2006
Crítica: "Eragon"
Director: Stefen Fangmeier
Intérpretes: Edward Speleers, Jeremy Irons, John Malkovich, Sienna Guillory, Robert Carlyle, Djimon Hounsou, Garrett Hedlund
Estreno en España: 16 de diciembre de 2006
Le damos un 4
De andar por casa, así catalogamos esta fallida incursión en el universo fantástico que pretende seguir la estela de producciones que ennoblecieron el género.
En un atisbo de sinceridad hay que indicar que su metraje no es demasiado extenso, algo que elude cualquier deseo de abandonar la sala. También es cierto que no debemos rehusar responsabilidades dejando solos a nuestros pequeños acompañados, porque sí, ellos se convierten en la única excusa a la hora de ver una película que recuerda a Dragonheart y hace grandes otras muestras de segunda categoría como Dragones y mazmorras.
Carente de emoción pero pródiga en momentos sublimes faltos de contenido, Eragon no convence porque tenemos la sensación de estar viendo algo que ya nos han contado y, además, con más sustancia y mejores formas. No sabemos muy bien qué y quién lo ha hecho, pero un déjà vu constante nos acompaña en este trabajo que se sujeta con alfileres.
Los cineastas que se estrena, y Stefen Fangmeier lo es, parecen haber confundido grandes películas con paisajes naturales imponentes, dos o tres estrellas de nombre reconocido y una trama que, da igual que sea insustancial, porque ya se realzará luego con los efectos visuales y las escenas de lucha.
23 años tiene Christopher Paolini, el autor de El Legado, una trilogía aún sin completar cuyos primeros libros han alcanzado cifras millonarias de ventas. Eragon es el volumen introductorio y, a juzgar por el desenlace de la adaptación cinematográfica, será también la primera de una serie de películas. Seguro que la legión de incondicionales que hayan leído el libro acudirán en tropel al cine: la primera vez está garantizada pero es arriesgado confiar en que sigan respaldando una apuesta estrictamente comercial y efectista.
No sabemos si el joven escritor perfila sus personajes con la misma profundidad que los guionistas encargados de llevar las palabras a imágenes: han sido necesarios 4 profesionales –así serían- para desplegar un catálogo de seres que responden a patrones estandarizados. Los roles principales no son más que esquemas al servicio de una moralina manida adornada con acción previsible en todo momento.
No lo habíamos dicho aún: que nos gustó el trabajo de Peter Jackson al frente de El Señor de los Anillos y, no es por comparar, pero cuanto daño ha hecho a los que se aventuran en el difícil género de la fantasía.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
Intérpretes: Edward Speleers, Jeremy Irons, John Malkovich, Sienna Guillory, Robert Carlyle, Djimon Hounsou, Garrett Hedlund
Estreno en España: 16 de diciembre de 2006
Le damos un 4
De andar por casa, así catalogamos esta fallida incursión en el universo fantástico que pretende seguir la estela de producciones que ennoblecieron el género.
En un atisbo de sinceridad hay que indicar que su metraje no es demasiado extenso, algo que elude cualquier deseo de abandonar la sala. También es cierto que no debemos rehusar responsabilidades dejando solos a nuestros pequeños acompañados, porque sí, ellos se convierten en la única excusa a la hora de ver una película que recuerda a Dragonheart y hace grandes otras muestras de segunda categoría como Dragones y mazmorras.
Carente de emoción pero pródiga en momentos sublimes faltos de contenido, Eragon no convence porque tenemos la sensación de estar viendo algo que ya nos han contado y, además, con más sustancia y mejores formas. No sabemos muy bien qué y quién lo ha hecho, pero un déjà vu constante nos acompaña en este trabajo que se sujeta con alfileres.
Los cineastas que se estrena, y Stefen Fangmeier lo es, parecen haber confundido grandes películas con paisajes naturales imponentes, dos o tres estrellas de nombre reconocido y una trama que, da igual que sea insustancial, porque ya se realzará luego con los efectos visuales y las escenas de lucha.
23 años tiene Christopher Paolini, el autor de El Legado, una trilogía aún sin completar cuyos primeros libros han alcanzado cifras millonarias de ventas. Eragon es el volumen introductorio y, a juzgar por el desenlace de la adaptación cinematográfica, será también la primera de una serie de películas. Seguro que la legión de incondicionales que hayan leído el libro acudirán en tropel al cine: la primera vez está garantizada pero es arriesgado confiar en que sigan respaldando una apuesta estrictamente comercial y efectista.
No sabemos si el joven escritor perfila sus personajes con la misma profundidad que los guionistas encargados de llevar las palabras a imágenes: han sido necesarios 4 profesionales –así serían- para desplegar un catálogo de seres que responden a patrones estandarizados. Los roles principales no son más que esquemas al servicio de una moralina manida adornada con acción previsible en todo momento.
No lo habíamos dicho aún: que nos gustó el trabajo de Peter Jackson al frente de El Señor de los Anillos y, no es por comparar, pero cuanto daño ha hecho a los que se aventuran en el difícil género de la fantasía.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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APUNTES DE CINE Y TEATRO (Daniel Galindo)
el
domingo, diciembre 17, 2006
2 comentarios:
viernes, diciembre 15, 2006
Crítica: "Quinceañera"
Director: Wash Westmoreland, Richard Glatzer
Intérpretes: Emily Rios, Jesse Garcia, Chalo Gonzalez
Estreno en España: 16 de diciembre de 2006
Le damos un 6
Tras un halo de película conmovedora y divertida se esconde un retrato (uno más, todo hay que decirlo) de la comunidad hispana en la ilusoria sociedad californiana.
La clase obrera, el grupo de trabajadores que sustenta un país, ha protagonizado algunos de los mejores romances dramáticos de la historia del cine. Si teníamos duda del enganche emocional que tienen estos seres en pantalla grande aquí tenemos la clásica historia de amor entre dos jóvenes hispanos condicionado, ya no por la familia o las convenciones sociales, sino por el precio de la vivienda. Olvídenlo, es la anécdota.
A los amigos norteamericanos les gusta mucho el final feliz, extrapolable en los últimos años a calificar de feliz todo el metraje. Así es este trocito de vida en spanglish dentro del sueño de un futuro mejor. Esa escalada hacía un provenir mejor mantiene en activo a los padres, los mayores de la comunidad. Por el contrario Quinceañera narra las vicisitudes de los inmigrantes de segunda generación, los deseos de una adolescente nacida en Estados Unidos pero anclada en un terreno pantanoso por culpa de las costumbres heredadas.
La protagonista sueña con su puesta de largo, es lógico entre las americanitas que cumplen 15 años. Del hecho concreto pasamos al conglomerado de ideas que suscita este interesante trabajo acerca del choque de culturas y la necesaria asimilación de usos ajenos a la vida que tradicionalmente habíamos llevado. Los responsables de la cinta añaden a la mezcla tensiones raciales y una nada sutil crítica a la homofobia y los prejuicios religiosos.
En la línea de costumbrismo con pretensiones de títulos como Mi familia, Cuando salí de cuba y Goool! apunta maneras como retrato social. Como producto de entretenimiento también funciona. No salimos del cine con el corazón en un puño ni con desazón, así que cumple con sus funciones principales. Quizás peca de ofrecernos una imagen dulcificada de lo que más o menos intuimos, pero es el precio de hacer un largometraje que guste a todos, a la mayoría.
El Festival de Sundance suele dar cada año una excelente cosecha de corte independiente y, en cierta forma, trasgresor en forma y fondo. Siendo sinceros, todos los títulos no los percibimos de la misma forma aquí, en Europa. Puede ser este el caso de esta cinta que consiguió unir a jurado y público en la última edición del certamen alternativo: ¿hazaña real o nueva estrategia de marketing? Es decir, paso por el conocido certamen, y me cubro de gloria o, lo que es lo mismo, de publicidad gratuita. Juzguen ustedes.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
Intérpretes: Emily Rios, Jesse Garcia, Chalo Gonzalez
Estreno en España: 16 de diciembre de 2006
Le damos un 6
Tras un halo de película conmovedora y divertida se esconde un retrato (uno más, todo hay que decirlo) de la comunidad hispana en la ilusoria sociedad californiana.
La clase obrera, el grupo de trabajadores que sustenta un país, ha protagonizado algunos de los mejores romances dramáticos de la historia del cine. Si teníamos duda del enganche emocional que tienen estos seres en pantalla grande aquí tenemos la clásica historia de amor entre dos jóvenes hispanos condicionado, ya no por la familia o las convenciones sociales, sino por el precio de la vivienda. Olvídenlo, es la anécdota.
A los amigos norteamericanos les gusta mucho el final feliz, extrapolable en los últimos años a calificar de feliz todo el metraje. Así es este trocito de vida en spanglish dentro del sueño de un futuro mejor. Esa escalada hacía un provenir mejor mantiene en activo a los padres, los mayores de la comunidad. Por el contrario Quinceañera narra las vicisitudes de los inmigrantes de segunda generación, los deseos de una adolescente nacida en Estados Unidos pero anclada en un terreno pantanoso por culpa de las costumbres heredadas.
La protagonista sueña con su puesta de largo, es lógico entre las americanitas que cumplen 15 años. Del hecho concreto pasamos al conglomerado de ideas que suscita este interesante trabajo acerca del choque de culturas y la necesaria asimilación de usos ajenos a la vida que tradicionalmente habíamos llevado. Los responsables de la cinta añaden a la mezcla tensiones raciales y una nada sutil crítica a la homofobia y los prejuicios religiosos.
En la línea de costumbrismo con pretensiones de títulos como Mi familia, Cuando salí de cuba y Goool! apunta maneras como retrato social. Como producto de entretenimiento también funciona. No salimos del cine con el corazón en un puño ni con desazón, así que cumple con sus funciones principales. Quizás peca de ofrecernos una imagen dulcificada de lo que más o menos intuimos, pero es el precio de hacer un largometraje que guste a todos, a la mayoría.
El Festival de Sundance suele dar cada año una excelente cosecha de corte independiente y, en cierta forma, trasgresor en forma y fondo. Siendo sinceros, todos los títulos no los percibimos de la misma forma aquí, en Europa. Puede ser este el caso de esta cinta que consiguió unir a jurado y público en la última edición del certamen alternativo: ¿hazaña real o nueva estrategia de marketing? Es decir, paso por el conocido certamen, y me cubro de gloria o, lo que es lo mismo, de publicidad gratuita. Juzguen ustedes.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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el
viernes, diciembre 15, 2006
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Crítica: "Mía Sarah"
Director: Gustavo Ron
Intérpretes: Verónica Sánchez, Daniel Guzmán, Fernando Fernán Gómez, Manuel Lozano, Manuel Millán, Víctor Mosqueira, Diana Palazón
Estreno en España: 16 de diciembre de 2006
Le damos un 5
Viéndola tenemos la sensación de estar ante una fábula de otro tiempo, una cinta bastante edulcorada que parece salida de un arcón al que pronto volverá.
Un debutante en la dirección puede optar por arriesgar en la puesta en escena o relajarse y jugar con un cúmulo de referentes culturales y, sobre todo, cinematográficos. El madrileño Gustavo Ron se decanta por la primera.
Su fábula sobre el amor y todas sus etapas (el primer contacto, la seducción, la entrega) consigue dibujarnos una sonrisa permanente, pero le falta fuerza para arrancarnos cualquier otra mueca. No sorprende lo que narra ni cómo lo hace, y eso en los tiempos que corren, puede ser más que motivo suficiente para que su cinta pase de puntillas por la cartelera.
El toque mágico, sobrenatural, no es capaz de sustentar el metraje de este trabajo para mentes soñadoras que sienten predilección por los pequeños detalles. Y en eso puede caer el espectador, en perderse por otros mundos en lugar de estar atento a los embrollos amorosos entre los personajes de Verónica Sánchez, en su primer protagonista de peso, y Daniel Guzmán, en un tono más amable y menos barriobajero –dicho esto con cariño- que en anteriores trabajos.
De la agorafobia al amor hay un paso y el que vea la película sabrá porqué lo digo. No vamos aquí a destapar las pocas sorpresas que atesora esta producción rodada en Galicia -la periferia también existe, afortunadamente- donde aparece un Fernando Fernán-Gómez que cada vez se prodiga menos. Ron se apoya en la cómplice relación que estableció el veterano intérprete con el ya adolescente Manuel Lozano, que fue niño en La lengua de las mariposas. Otro de los encantos, éste sí se puede desvelar, reside en ver en acción a Phyllida Law, madre de Emma Thompson, en el epílogo de este cuento.
Bajo los designios de un ilustre parangón con el nombre de Amélie y múltiples deseos, como el de inculcar el amor por los libros y el afán de superación. Así se desarrollan dos historias entrelazadas, relatos pasionales cada uno con drama y comedia en su justa medida y separados por paréntesis cómicos aportados por el personaje de Diana Palazón (Hospital Central), una actriz que debería tener más oportunidades en el cine.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
Intérpretes: Verónica Sánchez, Daniel Guzmán, Fernando Fernán Gómez, Manuel Lozano, Manuel Millán, Víctor Mosqueira, Diana Palazón
Estreno en España: 16 de diciembre de 2006
Le damos un 5
Viéndola tenemos la sensación de estar ante una fábula de otro tiempo, una cinta bastante edulcorada que parece salida de un arcón al que pronto volverá.
Un debutante en la dirección puede optar por arriesgar en la puesta en escena o relajarse y jugar con un cúmulo de referentes culturales y, sobre todo, cinematográficos. El madrileño Gustavo Ron se decanta por la primera.
Su fábula sobre el amor y todas sus etapas (el primer contacto, la seducción, la entrega) consigue dibujarnos una sonrisa permanente, pero le falta fuerza para arrancarnos cualquier otra mueca. No sorprende lo que narra ni cómo lo hace, y eso en los tiempos que corren, puede ser más que motivo suficiente para que su cinta pase de puntillas por la cartelera.
El toque mágico, sobrenatural, no es capaz de sustentar el metraje de este trabajo para mentes soñadoras que sienten predilección por los pequeños detalles. Y en eso puede caer el espectador, en perderse por otros mundos en lugar de estar atento a los embrollos amorosos entre los personajes de Verónica Sánchez, en su primer protagonista de peso, y Daniel Guzmán, en un tono más amable y menos barriobajero –dicho esto con cariño- que en anteriores trabajos.
De la agorafobia al amor hay un paso y el que vea la película sabrá porqué lo digo. No vamos aquí a destapar las pocas sorpresas que atesora esta producción rodada en Galicia -la periferia también existe, afortunadamente- donde aparece un Fernando Fernán-Gómez que cada vez se prodiga menos. Ron se apoya en la cómplice relación que estableció el veterano intérprete con el ya adolescente Manuel Lozano, que fue niño en La lengua de las mariposas. Otro de los encantos, éste sí se puede desvelar, reside en ver en acción a Phyllida Law, madre de Emma Thompson, en el epílogo de este cuento.
Bajo los designios de un ilustre parangón con el nombre de Amélie y múltiples deseos, como el de inculcar el amor por los libros y el afán de superación. Así se desarrollan dos historias entrelazadas, relatos pasionales cada uno con drama y comedia en su justa medida y separados por paréntesis cómicos aportados por el personaje de Diana Palazón (Hospital Central), una actriz que debería tener más oportunidades en el cine.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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el
viernes, diciembre 15, 2006
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Crítica: "¡Peligro! Menores sueltos
Director: Paul Feig
Intérpretes: Lewis Black, Wilmer Valderrama, Tyler James Williams, Dyllan Christopher, Quinn Shephard
Estreno en España: 16 de diciembre de 2006
Le damos un 5
Bromas, correrías, travesuras... Vamos, lo que suelen hacer los niños, pero esta vez en las dependencias de un aeropuerto. Típica y tópica producción de consumo vacacional.
Ya sabemos que será lo próximo que van a prohibir los responsables de tomar las medidas de seguridad aérea: viajar con niños. Desde luego, son más peligrosos que cualquier dentífrico o navajilla que podamos llevar en nuestro equipaje de mano.
Lo que nunca llevaremos con nosotros, hablando en términos cinéfilos, es el recuerdo de esta cinta. Eso sí, debemos ser sinceros con esta banal película y valorar el alto grado de diversión infantil que aporta la actualización de las aventuras que hicieron famoso a Macaulay Culkin. Atención a progenitores despistados: el prota de Solo en casa pasó una adolescencia difícil, así que, por lo que pueda pasar, no quite ojo a los suyos, que estas fechas son propicias para que se pierdan.
Reconozco que cuando veo en pantalla toboganes y deslizamientos me embarga cierta envidia. Ya somos mayorcitos, por lo que el efecto en los niños se multiplica. Se contagian las ganas de convertirte en protagonista de esos juegos, de formar parte de la versión aeroportuaria de unos ya míticos Goonies que recorrían los resbaladizos y peligrosos subterráneos de la región donde vivían por un objetivo loable. Los dos grupos de chavales tienen en común la necesidad de formar una improvisada familia ante la adversidad, ya sabemos que la unión hace la fuerza.
Mensajes moralistas a un lado, propongo una secuela a los responsables: estaría filmada por filmaría Steven Spielberg, que narraría las desventuras de estos niños y preadolescentes 40 años después, 4 décadas en las que no habrían salido de la terminal. La historia vivida por Tom Hanks quedaría en mera anécdota. Vamos, que las vacaciones y los viajes estresan tanto o más que quedarse en casa.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
Intérpretes: Lewis Black, Wilmer Valderrama, Tyler James Williams, Dyllan Christopher, Quinn Shephard
Estreno en España: 16 de diciembre de 2006
Le damos un 5
Bromas, correrías, travesuras... Vamos, lo que suelen hacer los niños, pero esta vez en las dependencias de un aeropuerto. Típica y tópica producción de consumo vacacional.
Ya sabemos que será lo próximo que van a prohibir los responsables de tomar las medidas de seguridad aérea: viajar con niños. Desde luego, son más peligrosos que cualquier dentífrico o navajilla que podamos llevar en nuestro equipaje de mano.
Lo que nunca llevaremos con nosotros, hablando en términos cinéfilos, es el recuerdo de esta cinta. Eso sí, debemos ser sinceros con esta banal película y valorar el alto grado de diversión infantil que aporta la actualización de las aventuras que hicieron famoso a Macaulay Culkin. Atención a progenitores despistados: el prota de Solo en casa pasó una adolescencia difícil, así que, por lo que pueda pasar, no quite ojo a los suyos, que estas fechas son propicias para que se pierdan.
Reconozco que cuando veo en pantalla toboganes y deslizamientos me embarga cierta envidia. Ya somos mayorcitos, por lo que el efecto en los niños se multiplica. Se contagian las ganas de convertirte en protagonista de esos juegos, de formar parte de la versión aeroportuaria de unos ya míticos Goonies que recorrían los resbaladizos y peligrosos subterráneos de la región donde vivían por un objetivo loable. Los dos grupos de chavales tienen en común la necesidad de formar una improvisada familia ante la adversidad, ya sabemos que la unión hace la fuerza.
Mensajes moralistas a un lado, propongo una secuela a los responsables: estaría filmada por filmaría Steven Spielberg, que narraría las desventuras de estos niños y preadolescentes 40 años después, 4 décadas en las que no habrían salido de la terminal. La historia vivida por Tom Hanks quedaría en mera anécdota. Vamos, que las vacaciones y los viajes estresan tanto o más que quedarse en casa.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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el
viernes, diciembre 15, 2006
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miércoles, diciembre 06, 2006
Crítica: "Happy Feet. Rompiendo el hielo"
Director: George Miller
Estreno en España: 5 de diciembre de 2006
Le damos un 6
Casi todos, pequeños y mayores, disfrutarán si van al cine buscando esta ácida revisión de la fábula del patito feo.
Del total de espectadores se descuelgan los espectadores que odian el género musical, porque sí, los animalitos que pueblan este remoto paraje antártico, se enamoran los unos a los otros cantando. Y no se trata de un tema aislado, de un canturreo, ya que amor hay, y mucho.
Dejando a un lado este punto, notable aspecto que condiciona el argumento, no nos cuentan nada nuevo. Aún así se trata de una recomendable e impecable producción debido a que el interés no radica en el contenido sino en la forma de contarlo. George Miller, después de firmar la trilogía Mad Max y los dos títulos de Babe, el cerdito valiente, retoma el clásico cuento del patito feo, cambiando patos y cines por otros palmípedos más australes.
Los somete a un intenso trabajo de animación digital, a partir del trabajo de bailarines profesionales. El resultado te mantiene ensimismado buscando detalles: el plumaje, las formas del hielo, los gestos de los humanos... Las posibilidades de las nuevas técnicas de captación de movimiento están revolucionando el sector de la animación, haciendo cada vez más fina la barrera entre el mundo real y el artificial, pero no podemos olvidarnos de que cada plano lleva días e incluso meses de trabajo.
En la línea de musicales protagonizados por humanos, como Moulin Rouge, las aves cantan y nos llevan por terrenos abonados con un exceso de moralina. Cada pingüinito –los emperadores, no los ‘latinos’- tiene su Canción del corazón, aunque el protagonista nos ha salido más bailón que Fred Astaire. Aquí está la diferencia, sobre la que giran todos los dilemas del relato. No se nos pasa por alto la carga de crítica medioambiental que propone Happy Feet, aunque no hacia las causas que provocan el deshielo de los casquetes polares. De eso se encarga el amigo Al Gore en Una verdad incómoda.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
Estreno en España: 5 de diciembre de 2006
Le damos un 6
Casi todos, pequeños y mayores, disfrutarán si van al cine buscando esta ácida revisión de la fábula del patito feo.
Del total de espectadores se descuelgan los espectadores que odian el género musical, porque sí, los animalitos que pueblan este remoto paraje antártico, se enamoran los unos a los otros cantando. Y no se trata de un tema aislado, de un canturreo, ya que amor hay, y mucho.
Dejando a un lado este punto, notable aspecto que condiciona el argumento, no nos cuentan nada nuevo. Aún así se trata de una recomendable e impecable producción debido a que el interés no radica en el contenido sino en la forma de contarlo. George Miller, después de firmar la trilogía Mad Max y los dos títulos de Babe, el cerdito valiente, retoma el clásico cuento del patito feo, cambiando patos y cines por otros palmípedos más australes.
Los somete a un intenso trabajo de animación digital, a partir del trabajo de bailarines profesionales. El resultado te mantiene ensimismado buscando detalles: el plumaje, las formas del hielo, los gestos de los humanos... Las posibilidades de las nuevas técnicas de captación de movimiento están revolucionando el sector de la animación, haciendo cada vez más fina la barrera entre el mundo real y el artificial, pero no podemos olvidarnos de que cada plano lleva días e incluso meses de trabajo.
En la línea de musicales protagonizados por humanos, como Moulin Rouge, las aves cantan y nos llevan por terrenos abonados con un exceso de moralina. Cada pingüinito –los emperadores, no los ‘latinos’- tiene su Canción del corazón, aunque el protagonista nos ha salido más bailón que Fred Astaire. Aquí está la diferencia, sobre la que giran todos los dilemas del relato. No se nos pasa por alto la carga de crítica medioambiental que propone Happy Feet, aunque no hacia las causas que provocan el deshielo de los casquetes polares. De eso se encarga el amigo Al Gore en Una verdad incómoda.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
sábado, diciembre 02, 2006
Crítica: "Algunos días en septiembre"
Director: Santiago Amigorena
Intérpretes: Juliette Binoche, John Turturro, Sara Forestier, Tom Riley, Nick Nolte, Mathieu Demy, Saïd Amadis
Intérpretes: Juliette Binoche, John Turturro, Sara Forestier, Tom Riley, Nick Nolte, Mathieu Demy, Saïd Amadis
Estreno en España: 1 de diciembre de 2006
Le damos un 6,5
Este atípica historia de espías rodada bajo las premisas del cine negro camufla un film de alto contenido sentimental.
Ese septiembre del título es el de 2001. Fue convulso, ¿verdad? Imagine el impacto de los acontecimientos en los diferentes testigos, activos o no. Con los recuerdos de cada uno se podría hacer películas muy distintas. Parte de esa premisa, la de los recuerdos y las diferentes interpretaciones Santiago Amigorena, debutante en la dirección que se dedica a fantasear sobre relaciones entre espías, gobiernos y empresas. Es como la contundente y coherente Syriana pero a un nivel más, cómo lo diríamos, europeo, de andar por casa.
El argumento nos hace ver que estamos en un mismo barco, expuestos a las tormentas que pueden hacernos zozobrar. Pero va más allá: la trama de espionaje no es más que el envoltorio de un relato sobre los finos hilos que unen las vidas de las personas. En el universo abigarrado que disecciona, orbitan dos hermanos que no se conocen, una tercera persona en discordia vinculada de manera inexorable a ambos, un sospechoso matón convertido en sombra y un omnipresente gurú que planea sobre todos ellos.
Aunque pueda resultar algo espeso tanto ir y venir de los personajes y se ralentize el avance de las jornadas, interesa la idea que subsiste tras el fundido en negro final: termina la película y nos queda la atronadora visión de los que se nos viene encima, y aún no sabemos, tras el 11 de septiembre de 2001.
Hasta entonces queda aún buena parte de la pesada cuenta atrás que bien merece el destino final, Venecia, que agrada la visión, sin turistas, con planos desenfocados y otras algarabías, mezcladas con un aire de decadencia y melancolía. Juliette Binoche, con sus miradas y su destreza con las armas, amplifica la ironía con la que Amigorena anima la acción. Divertido John Turturro y muy correctos los demás, el sutil sentido del humor del que hacen gala los personajes sólo contribuye a que nos creamos mucho más a una gente que, de normal que es, da miedo.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
Este atípica historia de espías rodada bajo las premisas del cine negro camufla un film de alto contenido sentimental.
Ese septiembre del título es el de 2001. Fue convulso, ¿verdad? Imagine el impacto de los acontecimientos en los diferentes testigos, activos o no. Con los recuerdos de cada uno se podría hacer películas muy distintas. Parte de esa premisa, la de los recuerdos y las diferentes interpretaciones Santiago Amigorena, debutante en la dirección que se dedica a fantasear sobre relaciones entre espías, gobiernos y empresas. Es como la contundente y coherente Syriana pero a un nivel más, cómo lo diríamos, europeo, de andar por casa.
El argumento nos hace ver que estamos en un mismo barco, expuestos a las tormentas que pueden hacernos zozobrar. Pero va más allá: la trama de espionaje no es más que el envoltorio de un relato sobre los finos hilos que unen las vidas de las personas. En el universo abigarrado que disecciona, orbitan dos hermanos que no se conocen, una tercera persona en discordia vinculada de manera inexorable a ambos, un sospechoso matón convertido en sombra y un omnipresente gurú que planea sobre todos ellos.
Aunque pueda resultar algo espeso tanto ir y venir de los personajes y se ralentize el avance de las jornadas, interesa la idea que subsiste tras el fundido en negro final: termina la película y nos queda la atronadora visión de los que se nos viene encima, y aún no sabemos, tras el 11 de septiembre de 2001.
Hasta entonces queda aún buena parte de la pesada cuenta atrás que bien merece el destino final, Venecia, que agrada la visión, sin turistas, con planos desenfocados y otras algarabías, mezcladas con un aire de decadencia y melancolía. Juliette Binoche, con sus miradas y su destreza con las armas, amplifica la ironía con la que Amigorena anima la acción. Divertido John Turturro y muy correctos los demás, el sutil sentido del humor del que hacen gala los personajes sólo contribuye a que nos creamos mucho más a una gente que, de normal que es, da miedo.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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APUNTES DE CINE Y TEATRO (Daniel Galindo)
el
sábado, diciembre 02, 2006
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viernes, diciembre 01, 2006
Crítica: "El camino de los ingleses"
Director: Antonio Banderas
Intérpretes: Alberto Amarilla, María Ruiz, Raúl Arévalo, Félix Gómez, Marta Nieto, Mario Casas, Berta De La Dehesa, Fran Perea, Antonio Garrido, Antonio Zafra, Lucio Romero, Cuca Escribano, Juan Diego, Victoria Abril.
Estreno en España: 1 de diciembre de 2006
Le damos un 8
Sentimientos y recuerdos dolorosos, piruetas arriesgadas con la cámara y el montaje... Banderas ha hecho una película difícil pero es, que no quepa duda, su película.
Los caminos más espinosos son los que, una vez concluidos, dan más satisfacciones. Así es esta propuesta nueva, diferente y complicada de defender ante los puristas. Una huida de lo convencional que hace que la historia de Antonio Soler brille con fuerza en pantalla aunque a veces se pierda entre ensoñaciones y pormenores.
Fácil de argumentar, difícil de contextualizar en términos formales, la cinta tiene en sus 5 primeros de minutos la mejor tarjeta de presentación. Una secuencia en un hospital, con muchos elementos anticipatorios, nos mantiene en tensión para dar paso a un relato más costumbrista, el de 4 amigos que llegan a una piscina. Tras la muestra de cortesía, el cineasta opta por enderezar el camino y borra todo halo de realismo.
No planteamos la cuestión de si un cineasta debe hacer una película para él, para el goce de la mayoría, para que algunos con menos ataduras entren en su mundo... Estamos ante la película más personal que puede hacer un autor, la que recorre el terreno de las emociones con la máxima, siempre presente, de que mirar hacia atrás resulta doloroso.
Impregna Banderas a la fotografía tristeza y melancolía. Envuelven el retrato imaginado y por tanto sesgado: no nos permite ver el todo, los planos son escorzos, abundan detalles en apariencia nimios y juega con los encuadres. Trabaja con material sensible, por eso sus personajes pueden perderse –y con ellos el espectador- en la angustia existencial. Aún así apunta al optimismo ya que sólo ellos pueden contar con la valentía suficiente no para hacer frente al destino, sino para vivir al máximo, precisamente porque el caprichoso destino se impone cuando quiere.
Domina el acento poético sin que el lenguaje resulte artificial. Traduce metáforas en imágenes, huye del costumbrismo, también de la acción y quizás peque de gastar metraje en presentar a los personajes, pero es que en realidad no pasa nada y pasa todo. Como Pablo Aranda en su novela La otra ciudad, configura Banderas su propia urbe, con escasos referentes para los foráneos y pocos anclajes a la época, bastante tienen con su mundo interior y hermético, lejos de sucesos sociales y políticos. Sabemos que está basada en la novela homónima de Soler, pero de aquella sólo subsiste el germen: todo es nuevo en este nada sosegado viaje por un verano dominado por el desasosiego.
En esta suicida y sugerente apuesta formal la frialdad nos guía por espacios emocionales, terrenos pantanosos de los que sale el director con la ayuda cómplice de quien confíe en él. Ese espectador habrá sentido la visceralidad con la que narra emociones, recuerdos y ensoñaciones, logrando que el pellizco en el estómago no permita relajarnos hasta el final, 10 minutos donde los cisnes entonan su canto agónico.
No esta en la piel de venerados autores por su contrariado concepto del cine, por ello tendrá que soportar los comentarios de los que esperasen la típica película generacional de jóvenes que pretenden abrirse camino. Se sale por la tangente y muchos se lo agradecerán, a lo mejor cuando pase cierto tiempo: la reflexión poética y evocadora quedará como una de esas joyas a las que muchos recurren años después de haberla criticado. Y Banderas, el director, seguirá en búsqueda constante de su propio camino. Ya verán.
Intérpretes: Alberto Amarilla, María Ruiz, Raúl Arévalo, Félix Gómez, Marta Nieto, Mario Casas, Berta De La Dehesa, Fran Perea, Antonio Garrido, Antonio Zafra, Lucio Romero, Cuca Escribano, Juan Diego, Victoria Abril.
Estreno en España: 1 de diciembre de 2006
Le damos un 8
Sentimientos y recuerdos dolorosos, piruetas arriesgadas con la cámara y el montaje... Banderas ha hecho una película difícil pero es, que no quepa duda, su película.
Los caminos más espinosos son los que, una vez concluidos, dan más satisfacciones. Así es esta propuesta nueva, diferente y complicada de defender ante los puristas. Una huida de lo convencional que hace que la historia de Antonio Soler brille con fuerza en pantalla aunque a veces se pierda entre ensoñaciones y pormenores.
Fácil de argumentar, difícil de contextualizar en términos formales, la cinta tiene en sus 5 primeros de minutos la mejor tarjeta de presentación. Una secuencia en un hospital, con muchos elementos anticipatorios, nos mantiene en tensión para dar paso a un relato más costumbrista, el de 4 amigos que llegan a una piscina. Tras la muestra de cortesía, el cineasta opta por enderezar el camino y borra todo halo de realismo.
No planteamos la cuestión de si un cineasta debe hacer una película para él, para el goce de la mayoría, para que algunos con menos ataduras entren en su mundo... Estamos ante la película más personal que puede hacer un autor, la que recorre el terreno de las emociones con la máxima, siempre presente, de que mirar hacia atrás resulta doloroso.
Impregna Banderas a la fotografía tristeza y melancolía. Envuelven el retrato imaginado y por tanto sesgado: no nos permite ver el todo, los planos son escorzos, abundan detalles en apariencia nimios y juega con los encuadres. Trabaja con material sensible, por eso sus personajes pueden perderse –y con ellos el espectador- en la angustia existencial. Aún así apunta al optimismo ya que sólo ellos pueden contar con la valentía suficiente no para hacer frente al destino, sino para vivir al máximo, precisamente porque el caprichoso destino se impone cuando quiere.
Domina el acento poético sin que el lenguaje resulte artificial. Traduce metáforas en imágenes, huye del costumbrismo, también de la acción y quizás peque de gastar metraje en presentar a los personajes, pero es que en realidad no pasa nada y pasa todo. Como Pablo Aranda en su novela La otra ciudad, configura Banderas su propia urbe, con escasos referentes para los foráneos y pocos anclajes a la época, bastante tienen con su mundo interior y hermético, lejos de sucesos sociales y políticos. Sabemos que está basada en la novela homónima de Soler, pero de aquella sólo subsiste el germen: todo es nuevo en este nada sosegado viaje por un verano dominado por el desasosiego.
En esta suicida y sugerente apuesta formal la frialdad nos guía por espacios emocionales, terrenos pantanosos de los que sale el director con la ayuda cómplice de quien confíe en él. Ese espectador habrá sentido la visceralidad con la que narra emociones, recuerdos y ensoñaciones, logrando que el pellizco en el estómago no permita relajarnos hasta el final, 10 minutos donde los cisnes entonan su canto agónico.
No esta en la piel de venerados autores por su contrariado concepto del cine, por ello tendrá que soportar los comentarios de los que esperasen la típica película generacional de jóvenes que pretenden abrirse camino. Se sale por la tangente y muchos se lo agradecerán, a lo mejor cuando pase cierto tiempo: la reflexión poética y evocadora quedará como una de esas joyas a las que muchos recurren años después de haberla criticado. Y Banderas, el director, seguirá en búsqueda constante de su propio camino. Ya verán.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
Publicado por...
APUNTES DE CINE Y TEATRO (Daniel Galindo)
el
viernes, diciembre 01, 2006
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