Director: Daniel Monzón
Intérpretes: Timothy Hutton, Lucía Jiménez, David Kelly, Gary Piquer, Georgia Mackenzie, Iván Morales, Annette Badland
Estreno en España: 12 de enero de 2007
Le damos un 7
¿Con qué sueña un novelista? Tenga cuidado ya que su respuesta puede condicionar el la vida del escritor y, de camino, destripar el argumento de esta cinta y el misterio que plantea.
Un consejo: para experimentar un paseo por el laberinto de nuestros temores intente no leer demasiado antes de ver el tercer largo del otrora crítico y guionista Daniel Monzón (El corazón del guerrero, ). Sólo así podrá entrar en la historia virgen y disfrutar mucho más de la sensación de suspense, aunque sólo hasta que el cuerpo aguante, porque las extrañas coincidencias y el exceso de grandilocuencia pueden resultar cansinos para el espectador.
Como ya no le podemos recomendar al padre de la criatura que meta algo de tijera en el montaje final, pasemos a alabar –no de manera gratuita- sus esfuerzos por mantenernos en vilo durante casi todo el metraje: 110 minutos. Con la El robo más grande jamás contadopromesa de un ritmo constante se presenta este puzzle que no lo es sólo en lo narrativo, también en cuanto a su producción: el contraste domina en el reparto, adecuado para poner en pie una trama que a priori resulta algo confusa para acabar, devaneos más tarde, sucumbiendo ante el síndrome de ‘trabarlo todo y dejarlo bien empaquetado para que no se pierda nadie’.
Es tan fino el trabajo de hilado que realiza el cineasta mallorquín atando cabos para no interferir en nuestro aburrimiento que al final logra el efecto contrario. He aquí un ejemplo: Roque Baños crea la partitura musical, envolvente, capaz de acentuar la atmósfera de thriller; al final es la banda sonora la que determina nuestra forma de entrar o no en la historia. Lo mismo ocurre con la trama: la pesadilla acaba redundado y se pierden los efectos secundarios al explotar demasiado la confusa relación entre realidad y ficción.
La luminosa isla balear donde se ambienta la acción acaba siendo asfixiante –sólo recuerde ¿Quién puede matar a un niño?-. Es el clima donde mejor, y de manera oculta, pueden vivir los monstruos creados por la mente de Monzón: psicópatas con aires de grandeza que experimentan con los sueños de la manipulación y casualidades que luego no lo son. Buena culpa de ello tiene el hecho de que la ciencia ficción se ligue con el mundo donde vivimos, sin provocar extrañeza y condicionando el trabajo de los narradores de historias.
La caja Kovak entretiene y, perdónenme el órdago, está hecha aquí, poniendo de manifiesto hasta qué punto los profesionales españoles crean productos vendibles y exportables. Sólo los títulos de crédito iniciales ya valen la pena, corroborando la idea que del cine tiene Monzón: hay que contar las cosas de la forma más apetecible, vistosa y divertida posible, pero siempre desde la inteligencia. Y esta película puede provocar muchas cosas, pero desde luego no insulta.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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