Director: Milos Forman
Intérpretes: Javier Bardem, Natalie Portman, Stellan Skarsgård, Randy Quaid, Jose Luis Gomez, Unax Ugalde, Blanca Portillo
Le damos un 5
Milos Forman echa un vistazo bastante sesgado a la compleja España de finales del siglo XVIII. Lo hace a través de una película también convulsa y bastante irregular.
Se le puede acusar de faltar a la realidad fidedigna pero él se defiende argumentado que ha contado una historia, no la Historia con mayúsculas. No van a ver un retrato del pintor como el que hizo Carlos Saura en Goya en Burdeos ni, salvando discrepancias, Bigas Luna en Volaverunt. Francisco de Goya pasa a un segundo plano: no es el protagonista sino el testigo de unos hechos que durante los primeros minutos consiguen engancharnos para luego perder interés y consistencia, por devaneos innecesarios.
Da igual que Javier Aguirresarobe esté detrás de la fotografía, que el vestuario haya sido diseñado por la figurinista Ivonne Blake (con Oscar y 4 Goyas) o que se rodase en localizaciones donde el pasado cobra vida... El libreto, la columna vertebral, flojea por un exceso de maniqueísmo: tenemos a los buenos, que lo son hasta que dejan de serlo; los malos, los inquisidores, llegan a reconocer la ineficacia de sus métodos.
Tiene dos partes bien diferenciadas. Sobre la segunda mitad sobrevuela el ave del folletín, no sin cierto tono burlesco, lógicamente sin pretenderlo: la transformación del personaje de Bardem cuesta creérsela; Portman tiene buenos momentos que, por repetitivos, se hacen pesados. Parece que los protagonistas están encorsetados en sus personajes, más preocupados por no desilusionar a sus seguidores con una película más. Los que dan vida a retratos históricos -el sueco Stellan Skarsgard como Goya- están delimitados por la visión de los más letrados; el resto, mejor dicho, José Luis Gómez es el único que pasea con soltura, a pesar de someterse a increíbles pruebas.
Milos Forman (Amadeus, Valmont) sigue recreando tiempos pasados trazando paralelismos con el presente. Aquí ha intentado condensar muchos aspectos, demasiados y no muy bien hilados, de una etapa en nuestra historia que nosotros no hemos sabido rentabilizar. Reto para un director extranjero que pasa a priori por ser más crítico y estar más interesado en la Historia que los patrios. Tras la emoción queda la desvergüenza por contextualizar la trama con tópicos al estilo de Hollywood, perfilando la España que quieren ver, al igual que Memorias de una Geisha mostró Japón a través de ojos occidentales. Tras el varapalo llega la defensa ya que no debemos atribuir a un cineasta roles que no le corresponden, como el de profesor de historia.
Como producto puede funcionar con secuencias lujosas como la que recoge el proceso de un grabado. Y seguro que no nos equivocamos al afirmar que gustará más fuera de nuestras fronteras que dentro, donde más de uno se ha quedado imaginando la película que podría haber sido con tan jugoso material humano. Seguimos con ganas de entrar a través del cine en un universo pictórico tan variado, aunque le tendremos que dar la razón a los puristas: los cuadros, en el museo.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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