viernes, mayo 04, 2007

Crítica: Tuya siempre

Director: Manuel Lombardero
Intérpretes: Flora Martínez, Rubén Ochandiano, Nancho Novo, José Coronado, Caroline Hendreson
Estreno en España: 27 de abril de 2007


Le damos un 6

El director de En brazos de la mujer madura convierte a Flora Martínez en una de sus cicerones turísticas: adéntrese en los bajos fondos de la ciudad y vea lo que no aparece en las guías de viajes.

Si existe una clasificación de cine por colores, esta película tendría un tono grisáceo, azulón intenso y tonos pardos muy cercanos al negro. Curiosidades cromáticas a un lado, Tuya siempre es una muestra de cine negro cuyos patrones han sido revisados por un cineasta interesante por atrevido, a priori.

Correcto thriller con conciencia social y acertado resulta el retrato de esta otra Barcelona, lejos de los barrios señoriales, los centros turísticos y a resguardo del aire modernista y la ventolera modernilla. El escenario donde subsisten dos marginados (interpretados por Martínez y Rubén Ochandiano) sirve de punto de encuentro para seres que se mantienen en peligroso equilibrio, siempre con la amenaza de caer al vacío.

Bien perfilados los actuantes, quedaba definir la(s) trama(s) y es aquí donde flojea esta cinta, que sufre los desmanes de un ritmo algo descompensado y la idea de puzzle en el montaje. Aún así resulta muy interesante esta nueva visión del 'otro lado', retratado por medio de una ambientación certera, un destacado apoyo musical y una correctísima fotografía del maestro José Luis Alcaine. Donde también se confirma Lombardero es en la dirección de actores: Nancho Novo lleva dos de dos en muy poco tiempo, porque no nos olvidamos de Pudor.

Es uno más de estos desgraciados seres que pululan por estas islas dominadas por traficantes, prostitutas, mafiosos de poca monta pero capaces de hacer mucho daño y delincuentes con sueños. No tenemos la necesidad de distinguir entre buenos y malos: todos tienen razones para estar ahí y hacer lo que hacen. Sin ánimo de influir en su criterio y a pesar de que estos trozos de no-vida se dejan ver, Manuel Lombardero podría haber hincado el diente con más fuerza. Pero a lo mejor, eso de no hacer demasiada sangre...

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Crítica: Mi hijo

Director: Martial Fougeron
Intérpretes: Nathalie Baye, Victor Sevaux, Olivier Gourmet, Marie Kremer, Emmanuelle Riva
Estreno en España: 4 de mayo de 2007


Le damos un 6,5

Público, crítica y jurado festivalero suelen ir por caminos diferentes. Prueba irrefutable de ello lo encontramos en la cinta ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián 2006.

Por el tiempo que ha tardado en ver la luz, da la sensación de que los distribuidores tenían miedo a enseñarnos este claustrofóbico y amargo relato acerca del sentimiento de posesión maternal.

Sin entrar en reiteraciones argumentales, la cordura se ha impuesto y al final ha llegado a nuestras pantallas, con poco bombo eso sí, este curioso retrato de la desesperación y el egoísmo, alimentado por el exceso de autoridad, por el que su actriz principal se alzó también con la Concha de Plata en el festival donostiarra.

El amor de una madre puede ser insoportable para el que lo sufre. Detrás de esta afirmación no hay segundas que valgan, sino una sentencia que alimenta la esencia de un corto aunque intenso y un tanto previsible largometraje sobre la autoridad materna llevada a extremos.

La violencia psicológica es menos tangible que la física: no hay moratones, ni daños visibles a simple vista, pero quien la sobrelleva lleva consigo sus traumatizantes marcas de por vida. A partir de esta premisa, Martial Fougeron describe un sinfín de situaciones agrias esbozadas de manera seca y austera aunque con concreción y un, por momentos, desmedido punto de reiteración que podría haber provocado su caída.

Pero ahí estaba ella para sostener esta bajada a los abismos: pocas actrices me convencen tanto como la francesa Nathalie Baye. No he obviado ningún título protagonizado por ella desde que la conocí flirteando en la cama con Sergi López y verborréica perdida en Una relación privada.

En esta década –ella lleva en la brecha mucho más tiempo- he visto Según Matthieu, Venus, salón de belleza, La flor del mal… películas más o menos interesantes, bodrios y maravillas, pero todas ellas con un denominador común: la que fue musa de François Truffaut siempre estaba espléndida. Lo mismo ocurre aquí, donde además de ser el principal reclamo, ejerce de salvadora de una cinta que bien podría haber sido obviada y tampoco hubiésemos sufrido mucho.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Crítica: I love Miami

Director: Alejandro González Padilla
Intérpretes: Juan Luis Galiardo, Ofelia Medina, Jaime Camil, Adrian Alonso, Johnny Lozada, Alicia Machado
Estreno en España: 27 de abril de 2007

Le damos un 4

¿Una película sobre la nueva vida de Fidel Castro en Miami? ¡Qué pereza! Fue lo primero que pensé, aunque a veces, hasta de lo más absurdo se extraen conclusiones interesantes.

Castro está enfermo. Eso es lo que dicen desde su gobierno en La Habana. Lo cierto es que ha desaparecido y esa es la noticia que han dado a conocer para ganar tiempo y preparar la transición a otro mandatario. Partiendo de esa premisa, que bien podría ser cierta, llegamos a unos planteamientos, estos sí, muy alejados de la realidad.

Confesada mi reticencia inicial he de decirles que no era para tanto. Que la soporté y no sólo eso, ya que también, por momentos, me entretuve, aunque sin llegar a convertirme en un adepto a la propuesta. Buena parte de ello recae en las situaciones surrealistas, imposibles de reproducir si no es con ayuda de un buen actor, que exprime un guión disparatado y le da entereza, porque esto de contar el drama de los balseros a partir del más ilustre de los mismos, tiene miga.

Juan Luis Galiardo me parece uno de los grandes intérpretes vivos, pero a veces me embriaga demasiado al confundir persona con personaje. El gaditano goza de mi simpatía pero esto no es suficiente ya que a veces no veo otra cosa en la pantalla que a él (a pesar de su buena caracterización), así que se agradece el vaivén de las tramas, que salpican a otros personajes, como el interpretado por el niño, un metódico actor que ya fue hijo en la ficción de Catherine Zeta-Jones y Antonio Banderas en la segunda entrega de las aventuras de El Zorro.

De la anécdota cómica, del guiño a la supuesta actualidad, se pasa al cine con conciencia social. La aventurilla del nuevo Fidel nos sirve para conocer otras Cubas y a otros cubanos obligados a (sobre)vivir fuera de la isla. Es aquí donde damos rienda suelta a nuestro interés ante la posibilidad de ver lo que ha generado el régimen castrista fuera de sus demarcaciones.

Es cierto que existe un velo de histriónico y pamplinoso que empaña la realidad, pero desde la ironía y la farsa también se puede plantear el debate político. La credibilidad es otro asunto a tratar que les dejamos a ustedes. Un apunte para finalizar: tuve oportunidad de verla en el Festival de Málaga, gratis; esto me lleva a pensar de manera objetiva empleando la regla de los 6 euros por entrada por lo que, con total seguridad, me replantearía esta reseña.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Crítica: La maldición de la flor dorada

Director: Zhang Yimou
Intérpretes: Chow Yun Fat, Gong Li, Jay Chou, Ye Liu, Dahong Ni, Junjie Qin

Estreno en España: 27 de abril de 2007

Le damos un 7,5

Aquellos que creyeron que después de La casa de las dagas voladoras no íbamos a disfrutar de una orgía plástica y una explosión de los sentidos similares estaban equivocados.

Si bien la historia puede resultar menos atrayente que las narradas en sus títulos anteriores, Zhang Yimou otorga un halo de distinción supremo a su, perdónenme el termino, folletín ambientado en la china de la Dinastía Tang, que es como nuestra Edad Media pero con mucho más glamour y brillo, al menos visto por los historiadores que adecentan y maquillan el relato verídico en su adaptación al cine.

Si le ha resultado peyorativa la referencia novelesca siga leyendo, pues he aquí un firme defensor de un cineasta que lleva más de dos décadas en la brecha. Saca el máximo rendimiento a películas, que son algo más que experimentos y un simple despliegue de medios bien gestionados, y prueba de ello es el deleite que supone ver La maldición... en pantalla grande a pesar de sus puntos débiles, más acuciados que en otras ocasiones.

Lejos queda ya el tono íntimo de sus primeras producciones o de la última, El camino a casa, antes de su etapa 'wuxia', iniciada por Hero. Aunque esto no es del todo cierto, ya que si le quitamos el envoltorio, es decir, las grandes coreografías, las luchas ralentizadas, el desenfreno plástico, queda eso, la historia. Detrás de toda épica, de la manifestación de poderío y ostentación, hay sentimientos que se encargan de encarnar los intérpretes que dan vida al poco indulgente emperador y al extraño personaje que vincula este relato con las grandes tragedias del teatro de Shakespeare, del mismo modo que el telón de fondo de La casa... recordaba al mundo de ladrones que roban a los ricos para ayudar a los pobres.

Dignísimo es el reencuentro de la excepcional Gong Li con el cine de su país de manos de su descubridor. La madurez y la impronta le hacen merecedora de este personaje de relumbrón del que no habría podido sacar partido, por la edad y su físico, la también musa de Yimou, Zhang Ziyi. Li se mueve con soltura por palacio pero, y esto es más inherente a la trama que a los personajes, ve como su alma y su corazón se pierden entre tanta suntuosidad, que también afecta al ritmo de la cinta.

A pesar de este último apunte, Zhang Yimou ya ha demostrado que es un maestro del cine, capaz de satisfacer su ego creativo y dejar boquiabiertos a los demás. Ahora bien, después de este soberbio y elegante paréntesis épico, debería replantearse volver a la encrucijada y tomar el otro camino abandonado, que si no la maleza que lo oculta le impedirá seguirlo.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Crítica: La fuente de la vida

Director: Darren Aronofsky
Intérpretes: Hugh Jackman, Rachel Weisz, Ellen Burstyn, Mark Margolis, Stephen McHattie, Fernando Hernandez, Cliff Curtis

Estreno en España: 27 de abril de 2007

Le damos un 6

El sacrificio se nos presenta aquí como una forma de suicidio. No hablamos de la historia, ni de los personajes, sino del director al aventurarse en una película que nada contracorriente.

Hay películas surrealistas que tienen por donde agarrarlas. Este poema visual es eso, una elegía, una especia de canto de cisne, así que sus responsables esperan un sobreesfuerzo por nuestra parte.

Imagine una cajita que encierra metáforas, referentes filosóficos y culturales, recuerdos, sensaciones, errores, imágenes de gran belleza, recortes, lágrimas... Así es esta película que, más que fascinar, atrapa nuestra atención, aunque sea apoyándose en nuestra espera para saber qué camino va a seguir. Quizás por reforzar este enganche, de su argumento diremos que el amor da fuerzas para todo, que es un acto de fe, de entrega y abnegación y, como tal, también tiene sus víctimas.

Después de desplegar las ideas, aquí la victima puede ser el público. Somos espectadores acostumbrados a una prosa cinematográfica con sus reglas ortográficas y gramaticales, con su significados y sus interpretaciones... Nos hemos educado en un cine 'normal', con una narrativa concreta y por ello, ante propuestas nada corrientes, solemos mostrarnos reacios.

Los primeros planos de Rachel Weisz, el duro trasfondo de la relación entre su personaje y el interpretado por Hugh Jackman, las buenas intenciones plásticas y la retórica empleada y en ciertos aspectos edulcorada se contrarrestan con lo previsible de una narración que no por ser atípica resulta más seductora y peca de excesiva pedantería plástica. El guión, lejos de asombrar, destaca por su simpleza, aspecto negativo que, mirándolo con buenos ojos, acaba convertido en curiosa virtud al remarcar la impronta estética.

Quiero dejar claro que la tercera cinta de Darren Aronofsky (después de Pi y Réquiem por un sueño) me provocó, me picó. Son verbos que empleo cuando no sé si algo me convenció o no: es como ver un cuadro abstracto en un museo. La valentía formal casi siempre está reñida con nuestro gusto, apoyado en la herencia cultural aprehendida. Por eso, resulta constructivo no permanecer herméticos ante apuestas diferentes que extraen de nosotros el lado más crítico.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.