viernes, abril 20, 2007

Crítica: Sunshine

Director: Danny Boyle
Intérpretes: Rose Byrne, Cliff Curtis, Chris Evans, Troy Garity, Cillian Murphy, Hiroyuki Sanada, Benedict Wong, Michelle Yeoh
Estreno en España: 20 de abril de 2007


Le damos un 8

Respetable ejercicio de ciencia ficción con más pretensiones que sustancia. Así es este compendio de terror, elucubraciones metafísicas y supervivencia heroica cubierto por un precioso papel de regalo.

Si lo desenvolvemos, es decir, si le quitamos la excelente factura técnica, nos queda un paquete-bomba de reflexiones capaz de estallarnos en el momento en que el ideario se diluya por la aplicación de los estándares del thriller.

Antes de que siga leyendo le tengo que confesar que Danny Boyle tiene toda mi simpatía: me parece un tipo atípico y gracias a eso, un cineasta que no le hace ascos a nada: lo mismo se recrea en una fábula con niños con ángel y obsesionados con los santos (Millones) que diezma a la población británica (28 días después) y nos adentra en los submundos sociales con Trainspotting. Tiene talento e ínfulas de grandeza a partes iguales, una mezcla que equilibra la balanza en este curioso puzzle, extraño dentro del género vamos-a-salvar-el-mundo, por ello interesante, y desigual en cuanto a lo estrictamente narrativo, y es aquí donde flojea la cosa.

Su excelente capacidad para relatar historias le ha llevado a narrar la crónica de los últimos días de la vida en la Tierra desde un punto de vista más realista, diferente del triunfalismo al que nos tienen acostumbrados los de Hollywood. Eso no quiere decir que la película sea positiva, todo lo contrario: el sol se muere y aquí no hay trampa ni cartón. Lo previsible de su argumento se diluye en cuanto toman carrerilla el ritmo y la tensión a las que nos somete, apoyados –todo hay que decirlo- en ciertos episodios más propios de una suerte de títulos enmarcados en el terror cutre y el catastrofismo barato.

Sunshine es lo que obtendríamos si cruzáramos 2001: Una odisea en el espacio y Solaris (tanto en cuestiones argumentales como formales), con Armageddon y títulos de la factoría Wes Craven. Se nota el influjo de clásicos como los primeros mencionados y la joya del terror espacial, Alien, el octavo pasajero. Los planteamientos iniciales resultan muy atractivos, pero pierden consistencia al tiempo que avanza el metraje y se deja llevar por el efectismo de producciones más comerciales.

Aún así merece la pena, por los símiles -Ícaro es el nombre de su nave- y el trasfondo psicológico de unos personajes muy bien interpretados por actores consagrados pero poco reconocibles por el espectador: Cillian Murphy, visto travestido en Desayuno en Plutón y héroe a la fuerza en la epidémica 28 días después, Michelle Yeoh (Tigre y dragón, Memorias de una geisha), Chris Evans (la antorcha humana de Los 4 fantásticos) y Cliff Curtis (La fuente de la vida, River Queen), entre otros.

Nos dejamos contagiar por la claustrofobia física y la angustia espiritual de estos seres abocados a un triste final por la buena continuación de nuestra vida. Su experiencia se ilustra con un cóctel de efectos especiales, fotografía de gran calidad plástica y un sonido impecable –en caso de ser así el que nos llegase en el espacio exterior-, elaborado en lo que tuvo que ser una agotadora fase de postproducción. Con sus errores, Sunshine hace pensar a priori para luego entretener, que no es poco.

Texto escrito por
Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Crítica: River Queen

Director: Vincent Ward
Intérpretes: Samantha Morton, Kiefer Sutherland, Cliff Curtis, Temuera Morrison Estreno en España: 20 de abril de 2007


Le damos un 5,5

El director de la curiosa Más allá de los sueños experimenta, sin mucho acierto, en este drama exótico que vincula pueblos belicosos que pretenden imponerse a otros con búsquedas interiores de todo tipo.

Si Australia está lejos lo cierto es que su historia nos resulta algo más conocida por el cine que la de su vecina Nueva Zelanda, aunque no mucho más. Vincent Ward, que es oriundo del país convertido por Peter Jackson en la Tierra Media de Tolkien, intenta poner su granito de arena a la causa realizando una aproximación histórica, no muy contextualizada la verdad, al pasado colonial de estas islas.

Seguro que la actriz Samantha Morton les conquistó en Código 46, de corte futurista, y en la tremenda En América, donde daba vida a una irlandesa que emigraba junto a su familia a Estados Unidos. Aquí retrocede siglo y medio para llegar, también como extranjera, a una tierra extraña que despertará de golpe por culpa del colonialismo. Rodeada de otros prestigiosos intérpretes como Cliff Curtis –al que podemos ver en Sunshine-, Stephen Rea –que aquí se prodiga poco- y Kiefer Sutherland –pocos saben morirse como él-, sucumbe a las pretensiones de un director al que se le descompensa la jugada.

Resulta curioso este viaje río arriba y partimos de una idea: es irregular en cuanto a su relato, equidistante entre el tedio y el ritmo frenético, es decir, mal nivelado. A veces nos atrapa la acción, nos atrae lo que se narra y, casi de manera instantánea, nos evadimos por culpa de un abuso de la voz en off y de localizaciones de insuperable belleza. Pensarán que exagero, pero a veces se me iba la mente hasta El Piano y creía ver a Holly Hunter moviéndose con dificultad con su vestido entre la maleza y el fango, pero las detonaciones me devolvían al escenario de una lucha descarnada (y en parte fraticida) entre el ejercito inglés y las tribus aborígenes maoríes.

La idea de búsqueda domina todo el metraje: encontrar la verdadera identidad, perseguir a los que te arrebataron la vida, buscar un futuro mejor que el presente tormentoso... Si bien puede resultar interesante este mix de deseos por cumplir, el ritmo al que nos somete el director llega a rozar el aburrimiento extremo, sin olvidar la falta de profundidad en los perfiles de ciertos personajes determinantes en la historia.

Sin entrar en giros reiterativos y en la poco creíble historia de amor por estar construida con apenas datos, River Queen, suerte neocelandesa de La reina de África, sólo acierta al poner en su punto de mira un episodio histórico diferente, pero suspende al no dotarlo de entereza argumental y aderezarlo con bonitos y exóticos paisajes y reflexiones pueriles acerca de seres condenados a vivir divididos entre dos culturas.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Crítica: La vida en rosa (Edith Piaf)

Director: Olivier Dahan
Intérpretes: Marion Cotillard, Sylvie Testud, Pascal Greggory, Marc Barbé, Emmanuelle Seigner, Jean-Paul Rouve

Estreno en España: 20 de abril de 2007

Le damos un 7

Lejos de la biografía al uso, convence por el perfil 'real' que esboza acerca de la artista Edith Piaf, cuyas canciones se convirtieron en himnos para diferentes generaciones.

El problema de acercarse a un mito es que muchos de sus fans –aunque éste no sería el término correcto- se pueden volver en tu contra. Ese era el riesgo que corría Olivier Dahan con este retrato de una leyenda sagrada para nuestros vecinos del norte.

¿Cómo se puede ganar a un público tan difícil de penetrar? La respuesta es bien sencilla: contando con una actriz que se transforme rasgándose la piel y buscando desde dentro la personalidad de un personaje del que se tienen referencias para aburrir. Lo ha hecho Marion Piaf, perdón, Cotillard, irreconocible en su transformación: rascando encontramos a la actriz que se tomó la justicia por su mano en Largo domingo de noviazgo y entró en el universo de Tim Burton con Big Fish.

Si una canción evoca un estado de ánimo, una película debe hacer lo mismo: provocar emociones y remover los sentimientos dormidos. Es lo que debió pensar el responsable de esta biografía audiovisual apoyada en cicatrices y triunfos sesgada a conciencia con el fin de servir de vehículo hacia una época pasada y recreada no sólo por los decoradores ambientadores, sino también por un reparto donde sobresalen Gerard Depardieu y Emmanuelle Seigner.

Igual que ocurre cuando uno lee un libro y lo recrea en su mente, un personaje de leyenda cobra vida en nuestra cabeza después de haber recibido innumerables impactos informativos. De esta forma, La vida en rosa (la película, no la canción) es una idealización de una estrella a partir de una compilación de biografías oficiales, recortes en prensa, audiciones de su discografía y percepciones personales –éstas se llevan la mayor parte del pastel-.

El fundamentalismo popular y los ánimos destructivos de ciertos críticos pueden condicionar el futuro de este loable trabajo, caso similar al de la reciente Lola, la película, con una soberbia Gala Évora. Después de este comentario chovinista ibérico –por hacer paralelismos entre dos artistas, dos mitos-, sólo nos queda destacar que puede parecer excesivo su metraje que, aunque compensado por un excelente banda sonora, merma en parte la capacidad de impacto que ostenta este retrato de La Môme desde su primer fotograma, con el que se inicia una vida apasionada y apasionante.

Texto escrito por
Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

sábado, abril 14, 2007

Crítica: Moscow zero

Director: Luna
Intérpretes: Val Kilmer, Vincent Gallo, Oksana Akinshina, Joss Ackland, Rade Serbedzija
Estreno en España: 4 de abril de 2007


Le damos un 3

El entretenimiento suele estar reñido con la perfección cinematográfica. Es lo que ocurre con la esta nueva muesca en la carrera de Luna, cineasta tan atípica como criticada.

Dispar. Así es la obra de María Lidón, más conocida en la industria por su apodo espacial que da idea de que orbita por otros lares. Su mirada atrevida al cine de hoy le hace merecedora de elogios y burlas.

A las segundas vamos a llegar muy pronto, sólo permítanme que recordemos la filmografía de Luna: comenzó con Náufragos, una aventura en Marte increíble y peor contada, para seguir después con Yo, puta, donde combinaba el tono documental con la farsa, contando con Daryl Hannah y Denise Richards.

¿De dónde saca la financiación para sus proyectos? ¿Cuáles son sus contactos en el mundillo? Deben ser interesantes para contar con intérpretes afamados como Val Kilmer y otros cotizados por su valía, caso de Joaquim de Almeida, que aquí no hace gala de ella. Ya que consigue tanto dinero, la cuestión que se plantea es el porqué de sus descuidos en el guión y las incoherentes interpretaciones de sus actores-estrella, que rozan el patetismo.

Que las entrañas de Moscú puedan generar una y decenas de historias dignas de llegar al cine es algo que no nos coge de improviso. ¿Por qué no consigue atraparnos esta bajada a los infiernos tomando como entrada el transporte metropolitano moscovita? El ambiente claustrofóbico y oscuro se contagia de una apatía formal que se traduce en planos repetitivos, música recurrente y un guión tosco que bebe de dos referentes ya clásicos: El espinazo del diablo, de Guillermo del Toro, y el rotundo cortometraje 7337, acerca de un grupo de niños que 'se esconden' en una escuela durante la Guerra civil española y... Hasta ahí podemos contar.

Dándole incluso el beneficio de la duda –puede que Luna no vea muchas producciones españolas-, Moscow zero debe remontar las pre-críticas que suele generar esta directora. Esto cuesta tanto o más que creernos que las profundidades de Moscú están controladas por tribus urbanas que aparecen y desaparecen por arte de magia y asisten perplejos a los delirios de un tipo obsesionado con leyendas que se remontan a 1920.

Mal narrado, este cuento resulta intragable, mucho más si se adereza con guiños absurdos: un cura que se besa con una peculiar guía de ese inframundo, la eterna lucha entre los vivos y los muertos por un mismo lugar en el mundo (de los vivos, claro) y los rápidos movimientos de cámara siguiendo estelas y sombras, las mismas de toda película de terror mala.

Por cierto, amigos directores de cine, algunas de las mejores historias del género ocurren a plena luz de día, caso de ¿Quién puede matar a un niño? Ahí no hay oscuridad que camufle las imperfecciones.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Crítica: Diario de un escándalo

Director: Richard Eyre
Intérpretes: Judi Dench, Cate Blanchett, Bill Nighy, Andrew Simpson, Phil Davis, Michael Maloney, Juno Temple, Max Lewis
Estreno en España: 30 de marzo de 2007


Le damos un 5

El deseo se convierte en motor de una película que sería prescindible de no ser por dos actrices con fuerza, principal reclamo de un título que bien podría pasar por telefilme de sobremesa.

La envoltura llama la atención en un primer momento, tiene una cuidada factura técnica, interpretaciones contundentes y, sin embargo, empieza a destacar el relato plano, que sorprende en muy pocos momentos y corre el riesgo que desde el principio huela a conocido.

Innegable es la contribución de Judi Dench y Cate Blanchett, que sustentan la producción y sin ellas, mal iríamos. La veterana consigue crear un personaje enfermizo, lleno de aristas e interesante por inspirar lástima y odio a partes iguales; la australiana debe aguantar las arremetidas de Dench, que no es poco, además de hacer creíble la soledad a la que de manera progresiva se va enfrentando, origen esto de una desesperación que resulta muy creíble. En definitiva, la mejor opción para dar impronta a unos seres antipáticos, uno más que otro, en una situación nada cómoda.

Detrás del libreto está Patrick Marber, el mismo que convirtió en marionetas a los personajes de Closer. Él se encarga de la adaptación de la novela Notes on a scandal de Zoë Heller, aunque se deja llevar por dos golpes de guión demasiado evidentes. A pesar de todo consigue elevar la tensión. No obstante hay que decir que no es mérito suyo sino del montaje y la realización de Richard Eyre, que además se apoya en la música de Philip Glass, autor de la excelente banda sonora de Las horas.

Así, con una materia prima más bien pobre pero con unos artesanos de primera, se consigue mantener en tensión al espectador. ¿Cómo se logra esto? Acudiendo a patrones de trabajo que no son más que técnicas y he aquí un ejemplo: Dench ya trabajó a las órdenes de Eyre en Iris por lo que el director ya sabe cómo exprimir a la actriz por medio de planos que nos hipnotizan, en gran medida gracias a la fuerza dramática de ella.

A pesar de los esfuerzos de todos por guiarnos en un relato acerca de la obsesión, el miedo a morir solos y el sentimiento de culpa, y de la intensa labor de dos intérpretes pertenecientes a generaciones diferentes y capaces de crear escuela –sin olvidar al coro de secundarios-, hay algo que nos resulta demasiado familiar, y no es el cartel, que recuerda al de Hable con ella –con distinta tonalidad cromática y sin los rostros de Leonor Watling y Rosario Flores-. Todo esto nos hace pensar que estamos ante una película para consumo televisivo, muy bien hecha, eso sí.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Crítica: Pudor

Director: David Ulloa, Tristán Ulloa
Intérpretes: Nancho Novo, Elvira Mínguez, Natalia Rodríguez, Celso Bugallo, Carolina Román, Marcos Ruiz, Lorena Mateo
Estreno en España: 13 de abril de 2007


Le damos un 7

Sin guiños amables y con mucha valentía, los hermanos Tristán y David Ulloa debutan en la dirección con una interesante mirada íntima a las tumultuosas relaciones entre náufragos de una misma familia.

Con honestidad y recato entran en el feudo de la podredumbre emocional y el mal olor. Perdónenme este juego de palabras con los significados del término que da título a la cinta, pero es que resume con acierto la expedición que realizan estos debutantes –si olvidamos el corto Ciclo- al territorio de lo íntimo e individual.

Dicen que los actores que se pasan a la dirección tienen una óptica especial, una manera diferente de afrontar un proyecto. Aunque muchos se arriesgan con una historia propia (Laura Mañá y Sexo por compasión; Federico Luppi y Pasos; Carlos Iglesias y Un Franco, 14 pesetas) otros se apoyan en textos ajenos que hacen suyos. Es el caso de Tristán Ulloa que se nutre de la novela de Santiago Roncangliolo y la pericia técnica de su hermano David para levantar el microuniverso abigarrado y claustrofóbico de Pudor.

La cámara se convierte en nuestra mirilla para husmear en el hábitat de unos seres perdidos que se desnudan ante nuestros ojos. En el paso del papel a la pantalla no huyen del dramatismo, pero tampoco caen en el tedio de los que se regocijan en las desgracias de los otros, hurgando en las heridas. Lo hacen con sentido (común) y sensibilidad (especial), de una manera nada sutil pero tampoco sangrante en exceso, dando atisbos de esperanza.

Entre los nubarrones se cuela algún rayo de sol y, siguiendo con los símiles, abrimos el paraguas y nos refugiamos bajo el chaparrón de películas sobre la familia, ese objeto de investigación sobre el que han experimentado tantos cineastas: Ettore Scola (La familia), Sam Mendes (American beauty), Ang Lee (La tormenta de hielo)... En ellos parecen inspirarse los hermanos Ulloa para sacar un lado de voyeur combinado con una ejecución apoyada en los pilares del suspense y el ligero surrealismo que les separa del costumbrismo más típico.

Como el naturalista que observa a las fieras, nos acercamos a una familia herida sobre la que revolotean los buitres esperando que alguno desfallezca. Elvira Mínguez, Nancho Novo y la joven Natalia Rodríguez sobresalen respaldados por un reparto bien elegido: Celso Bugallo, Joaquín Climent y Nuria González. Y volviendo al par de responsables, uno dirige mientras el otro realiza, por eso está tan bien la dirección de actores y no encontramos errores en la fotografía, la música y el montaje. Es decir, el tándem perfecto del que esperamos más películas.

Nos reservamos un último apunte y se lo dedicamos al escenario: Gijón. Se trata de una huida necesaria de los focos de rodaje habituales, Madrid y Barcelona. Por sus calles deambulan seres que, a pesar de vivir juntos, están solos y se muestran herméticos... ¿fábula o realidad?

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.