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sábado, abril 14, 2007

Crítica: Pudor

Director: David Ulloa, Tristán Ulloa
Intérpretes: Nancho Novo, Elvira Mínguez, Natalia Rodríguez, Celso Bugallo, Carolina Román, Marcos Ruiz, Lorena Mateo
Estreno en España: 13 de abril de 2007


Le damos un 7

Sin guiños amables y con mucha valentía, los hermanos Tristán y David Ulloa debutan en la dirección con una interesante mirada íntima a las tumultuosas relaciones entre náufragos de una misma familia.

Con honestidad y recato entran en el feudo de la podredumbre emocional y el mal olor. Perdónenme este juego de palabras con los significados del término que da título a la cinta, pero es que resume con acierto la expedición que realizan estos debutantes –si olvidamos el corto Ciclo- al territorio de lo íntimo e individual.

Dicen que los actores que se pasan a la dirección tienen una óptica especial, una manera diferente de afrontar un proyecto. Aunque muchos se arriesgan con una historia propia (Laura Mañá y Sexo por compasión; Federico Luppi y Pasos; Carlos Iglesias y Un Franco, 14 pesetas) otros se apoyan en textos ajenos que hacen suyos. Es el caso de Tristán Ulloa que se nutre de la novela de Santiago Roncangliolo y la pericia técnica de su hermano David para levantar el microuniverso abigarrado y claustrofóbico de Pudor.

La cámara se convierte en nuestra mirilla para husmear en el hábitat de unos seres perdidos que se desnudan ante nuestros ojos. En el paso del papel a la pantalla no huyen del dramatismo, pero tampoco caen en el tedio de los que se regocijan en las desgracias de los otros, hurgando en las heridas. Lo hacen con sentido (común) y sensibilidad (especial), de una manera nada sutil pero tampoco sangrante en exceso, dando atisbos de esperanza.

Entre los nubarrones se cuela algún rayo de sol y, siguiendo con los símiles, abrimos el paraguas y nos refugiamos bajo el chaparrón de películas sobre la familia, ese objeto de investigación sobre el que han experimentado tantos cineastas: Ettore Scola (La familia), Sam Mendes (American beauty), Ang Lee (La tormenta de hielo)... En ellos parecen inspirarse los hermanos Ulloa para sacar un lado de voyeur combinado con una ejecución apoyada en los pilares del suspense y el ligero surrealismo que les separa del costumbrismo más típico.

Como el naturalista que observa a las fieras, nos acercamos a una familia herida sobre la que revolotean los buitres esperando que alguno desfallezca. Elvira Mínguez, Nancho Novo y la joven Natalia Rodríguez sobresalen respaldados por un reparto bien elegido: Celso Bugallo, Joaquín Climent y Nuria González. Y volviendo al par de responsables, uno dirige mientras el otro realiza, por eso está tan bien la dirección de actores y no encontramos errores en la fotografía, la música y el montaje. Es decir, el tándem perfecto del que esperamos más películas.

Nos reservamos un último apunte y se lo dedicamos al escenario: Gijón. Se trata de una huida necesaria de los focos de rodaje habituales, Madrid y Barcelona. Por sus calles deambulan seres que, a pesar de vivir juntos, están solos y se muestran herméticos... ¿fábula o realidad?

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

viernes, noviembre 03, 2006

Crítica: "El destino"


Director: Miguel Pereira
Intérpretes: Tristán Ulloa, Carolina Román, Mimí Ardú, Tukuta Gordillo, Tomás Lipán, Daniela Carril, Titina Gaspar, Rubén Fleita
Estreno en España: 3 de noviembre de 2006


Le damos un 4

Pocas sorpresas ofrece este título acerca de la introducción de un elemento extraño en un ambiente opresivo al margen del mundo.

Lo que en principio parece un western en cuya carga ideológica está el choque entre culturas muy distintas, acaba como un relato demasiado paródico con una estructura demasiado predecible y ritmo tan pausado que nos lleva al tedio.

Miguel Pereira traslada ideas a la pantalla, adapta sin demasiada pasión cinematográfica el contenido de El hombre que llegó a un pueblo, una novelita escrita por Héctor Tizón y ahora publicada en España. El argentino se limita a redundar en la idea inicial, con personajes que desvelan muy pronto sus verdaderas intenciones y desenvueltos en dilemas de manual.

Las buenas intenciones no son suficientes a la hora de contar una historia y menos en un tiempo en que estamos demasiado acostumbrados a mecanismos que inculcan idea de modernidad. Da la sensación de que Pereira se queda anclado en una forma de hacer cine algo escasa y primitiva –en realidad, nosotros somos culpables de no verlo como contemporánea-, con un montaje sencillo, interpretaciones correctas pero justitas y metáforas que se diluyen entre muchas evidencias.

Localizada en Jujuy, una provincia del norte de Argentina, el paisaje contribuye a que nos lleguen las sensaciones que persigue Pereira: soledad, aislamiento, confianza ciega en el otro, desprecio por el vecino de siempre, lentitud en el paso del tiempo... Pero esa transmisión se produce a trompicones, sin personajes que enamoren, como los que perfiló Laura Mañá en una historia similar a ésta, Morir en San Hilario, una película con más virtudes que defectos y sobre todo, con el alma que le falta a El destino.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.