sábado, enero 13, 2007

Crítica: "Time"


Director: Kim Ki-duk
Intérpretes: Sung Hyun-Ah, Ha Jung-Woo, Park Ji-Yun, Kim Sung-Min, Seo Ji-Seok
Estreno en España: 22 de diciembre de 2006

Le damos un 6,5

¿Cuánto dura el amor? ¿Se mantiene vivo más de dos años? A estas y otras preguntas responde Kim Ki-duk con maestría certera aunque sin asombrar.

Algo tiene su cine que gusta a pesar de que se esté acostumbrando a dejarnos una sensación de déjà vu, como de haber visto antes las situaciones que plantea. Conforme vamos viendo títulos de su particular universo merma su capacidad para sorprendernos. Lejos está ya de La isla, macabra y sensual tarjeta de presentación en Occidente o Hierro 3, una original historia de amor, acercándose a El arco, bastante más irregular que las anteriores.

El amor está presente en casi todas sus historias protagonizadas en su mayoría por solitarios atormentados y criados en el desconcierto. Los seres atípicos que orbitan en el universo del coreano suman dos compañeros más, los protagonistas de Time, y es curioso que en apariencia sean normales, aunque ya me dirán ustedes qué se considera normal en este mundo actual donde reina la (con)fusión.

Trece largos a sus espaldas y aún así destacaba su filmografía por la escasez de diálogos y el ritmo propio conseguido gracias a un montaje limpio y preciso. Se sigue reservando parcelas de intimidad que se neutralizan con golpes de humor sutil e histriónico a partes iguales y ligeros intentos por dotar de argumentos tangibles sus apuntes existencialistas.

Con imágenes de gran belleza no se sustenta una película. Ki-duk tiene aprendida la lección y entre el goteo incesante de planos estéticos y bien construidos suelta perlas sobre el apetito instintivo de buscar cosas nuevas, la idea de sufrimiento por culpa del tiempo y el deseo confundido con amor confundido con deseo, en una espiral sin fin. Ahí reside uno de los juegos que nos propone este Time, el resto lo dejamos en manos del espectador para no desvirtuar la relación privada y espiritual que establece el cineasta con él.

No supone una violación decir que la historia se alarga, dejando escapar la curiosidad que suscita en ciertos momentos. Se nos antoja por tanto algo pesada pero aún así recomendable. Ya sabemos que el cineasta ha logrado dejar su huella, una especie de imagen de marca indeleble, pero después de haber sido encumbrado como un maestro, debe renovarse y reinventarse para demostrar que puede seguir entre los grandes con todos los honores.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

No hay comentarios: