Intérpretes: Vincenzo Amato, Charlotte Gainsbourg, Aurora Quatrocchi, Francesco Casisa, Filippo Pucillo
Estreno en España: 15 de junio de 2007
Le damos un 8,5
Como si de Homero se tratase, el director de Respiro presenta una loable producción que le tuvo que dar más de un quebradero de cabeza. Al final, todo esfuerzo tiene su recompensa.
Los viajes siempre hacen mella en el individuo. Esa muesca vital puede ser más o menos profunda, en función de la carga –emocional o física-, los compañeros de andanzas, el coste que conlleva, las ilusiones depositadas en lo que es algo más que un trayecto...
Lleva a Ítaca siempre en tu pensamiento, llegar a ella es tu destino. No apresures el viaje, mejor que dure muchos años... Que le digan esto a los personajes que dibuja Emanuele Crialese, una suerte de pequeños héroes mediterráneos que afrontan el éxodo más duro de su vida, el que a comienzos del siglo XX llevó a millones de europeos a Estados Unidos: algunos consiguieron franquear las puertas de tan ansiado paraíso, otros sucumbieron en el intento de hacer realidad su sueño.
El sueño, siempre presente en la vida del hombre. No resulta extraño que una constante pincelada de ensoñación e irrealidad embadurne todo el metraje. Es lo que conlleva que a uno le adscriban al realismo mágico y, además, no escatime en esfuerzos para corroborarlo. El drama resulta de esta manera más liviano, aunque en ningún momento se atisba el toque empalagoso y cómico de La vida es bella.
Crialese está, desde luego, más cerca de Manoel de Oliveira y, sobre todo, de Theo Angelopoulos, pero no se olvida de que el humor negro, el sarcasmo, la ironía, suavizan un hecho, aunque no resta amargura. A ello contribuye el selecto reparto, con la impenetrable (casi siempre) Charlotte Gainsbourg y Vicenzo Amato a la cabeza: creíble, mucho menos histriónico (y cansino) que su compatriota Roberto Benigni, y heredero del porte de los 'tipos normales' populares gracias al neorrealismo italiano.
Con profusión se recrean detalles de la angustiosa aventura en la que se embarca una familia de sicilianos, mezclando cuadros casi cómicos con desgarradoras secuencias que ponen de manifiesto la supremacía de los que tienen la sartén por el mango siempre y los que la cogen de vez en cuando, siempre que los que mandan quieran sacar algún beneficio de ello.
Si no le pone de los nervios el viaje claustrofóbico con sustancia y el severo retrato de las injusticias sociales, aquí tiene este billete de ida al buen cine. Es densa, sí, pero esta Odisea contemporánea, premiada en Venecia, merece la pena.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
Los viajes siempre hacen mella en el individuo. Esa muesca vital puede ser más o menos profunda, en función de la carga –emocional o física-, los compañeros de andanzas, el coste que conlleva, las ilusiones depositadas en lo que es algo más que un trayecto...
Lleva a Ítaca siempre en tu pensamiento, llegar a ella es tu destino. No apresures el viaje, mejor que dure muchos años... Que le digan esto a los personajes que dibuja Emanuele Crialese, una suerte de pequeños héroes mediterráneos que afrontan el éxodo más duro de su vida, el que a comienzos del siglo XX llevó a millones de europeos a Estados Unidos: algunos consiguieron franquear las puertas de tan ansiado paraíso, otros sucumbieron en el intento de hacer realidad su sueño.
El sueño, siempre presente en la vida del hombre. No resulta extraño que una constante pincelada de ensoñación e irrealidad embadurne todo el metraje. Es lo que conlleva que a uno le adscriban al realismo mágico y, además, no escatime en esfuerzos para corroborarlo. El drama resulta de esta manera más liviano, aunque en ningún momento se atisba el toque empalagoso y cómico de La vida es bella.
Crialese está, desde luego, más cerca de Manoel de Oliveira y, sobre todo, de Theo Angelopoulos, pero no se olvida de que el humor negro, el sarcasmo, la ironía, suavizan un hecho, aunque no resta amargura. A ello contribuye el selecto reparto, con la impenetrable (casi siempre) Charlotte Gainsbourg y Vicenzo Amato a la cabeza: creíble, mucho menos histriónico (y cansino) que su compatriota Roberto Benigni, y heredero del porte de los 'tipos normales' populares gracias al neorrealismo italiano.
Con profusión se recrean detalles de la angustiosa aventura en la que se embarca una familia de sicilianos, mezclando cuadros casi cómicos con desgarradoras secuencias que ponen de manifiesto la supremacía de los que tienen la sartén por el mango siempre y los que la cogen de vez en cuando, siempre que los que mandan quieran sacar algún beneficio de ello.
Si no le pone de los nervios el viaje claustrofóbico con sustancia y el severo retrato de las injusticias sociales, aquí tiene este billete de ida al buen cine. Es densa, sí, pero esta Odisea contemporánea, premiada en Venecia, merece la pena.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
No hay comentarios:
Publicar un comentario